21 de mayo de 2010

Justicia a la mexicana

Hay muchos temas que se agolpan en la categoría de urgentes en nuestro país: seguridad, guerra al narcotráfico, educación, migración, etc. Todos ellos, de enorme relevancia para la sociedad en su conjunto en el presente y en el futuro. Pero todos estos no son sino síntomas del muy deficiente funcionamiento de la justicia como principio. 

Hace unas horas el Procurador de Justicia del Estado de México, ha expuesto que el famoso y comentado caso de Paulette, ha sido un mero accidente. Y resulta difícil determinar cuál es el peor de los daños que provoca esta declaraciónn en nuestra sociedad.

Pasaremos el trago que siempre pasamos (como de hecho ya sucede en los medios de comunicación y redes sociales), y arderemos en cólera e indignación por que nuestros servidores públicos nos demuestran con enorme paz, que nos consideran estúpidos.  El caso Paulette no es el primero y lamentablemente no será el último, en el que atravesemos por la misma dinámica: 1. Escándalo, 2. Silencio, 3. Escándalo y 4. Olvido.  Pasaremos unas semanas en las que pidamos por todos los medios la destitución del Procurador, pero terminará en la destitución de algún miembro de la policía, a quien culparán de las “deficiencias investigativas”. Después de eso,  olvidaremos como olvidamos a los desaparecidos,  a los presos inocentes, a los culpables huidos.

La gravedad del caso, va más allá de esta dinámica que al pasar el tiempo no deja de tener lugar en nuestra sociedad. Y es que los muchos (demasiados) casos como el de Paulette, alimentan y abonan la idea de que en este país nadie está amparado bajo el paraguas de la ley.

Tal vez reflexionar sobre lo que surge en la sociedad al presenciar la injusticia, gritarla a los cuatro vientos, y caer después en la desilusión de que no parezca importar, nos daría más luz sobre las causas de los problemas sociales que explotan en las manos de nuestros gobernantes, y cuya preocupación es apagar el escándalo dejando viva la llama que enciende la ira.

¿Cómo se gobierna un país que ya no cree en la impartición de justicia? No es cosa menor, que la ciudadanía viva además de inconforme con las autoridades responsables de velar por  hacer prevalecer este principio, desconfiando de ellos.  El sentimiento de injusticia ante la realidad social y política, genera la firme creencia de que uno ya no tiene nada que perder actuando conforme a las normas o fuera de ellas, y esa idea es el germen de la ingobernabilidad en nuestro país. Atender este problema y pasar del escándalo a la acción, es primordial para construir un futuro menos desesperanzador del que tenemos hoy después de las declaraciones de Alberto Bazbaz.




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