9 de abril de 2010

El curioso caso de Paulette

Ha corrido ya demasiada tinta sobre la búsqueda, escándalo, tragedia e indignación que conmociona desde hace días a México, por el extraño caso de la niña Paulette. Las teorías conspiratorias se agolpan en cada conversación de teléfono y sobremesa entre los mexicanos, y cada uno parece haber visto un detalle más exacto o más certero, desde otro punto de vista, o bajo la luz iluminadora de algún conglomerado de telecomunicaciones más veloz en darle vuelo a la noticia.
Confieso que he leído muy poco acerca del caso en los medios, simplemente pasando por los titulares, pero eso no me ha eximido de conocer detalles que unos y otros cuentan sobre cuál fue la causa de la desaparición y muerte de la niña. Sin embargo, estoy asombrado por el efecto desatado entre las personas a raíz del caso y su trato en los medios.
La muerte de cualquier persona -especialmente de niños- nos sobrecoge y llena con una sensación de incertidumbre y vulnerabilidad, que nos eriza el cuerpo... o al menos eso esperaría uno. Sin embargo en  la realidad mexicana, todos los días mueren personas de todas las edades y de muy pocas -sólo de aquellas privilegiadas por los focos mediáticos- nos enteramos. Nos conmocionan unas más que otras, como los jóvenes de Júarez o del Tec de Monterrey, pero tarde o temprano, se entierran bajo otros titulares hasta desaparecer del todo.
Entonces ¿qué tiene Paulette? ¿qué fibra milagrosamente sensible entre la apatía, tocó esta niña? Puede ser que se trata de un caso escandaloso por su condición social, porque pertenecía a la mal llamada "gente bien", o porque parece una historia sacada de cualquier capítulo de C.S.I. o cualquier versión detectivesca  de las series de televisión (con la gran diferencia de las capacidades de las autoridades para elaborar un caso sólido). Puede ser, y en parte creo que es así.
Sin embargo, creo que por otro lado, desató los demonios del escándalo. Sacó de nuevo al yo reprobador de las conductas humanas, que aparentemente tenemos bien arraigado en nuestra sociedad (baste ver los cojos debates sobre el matrimonio homosexual o el aborto en el Distrito Federal). Ha sido pues, la noticia que ha liberado de nuevo esa energía reprobatoria y chismosa que conduce nuestros argumentos como sociedad, y que hace ver como razones los prejuicios, y como argumentos las impresiones personales.
Las acusaciones de culpabilidad ya cimbran las redes sociales, en las cuales se hace notorio que nuestra ansia por cerrar y devorar la siguiente carnada, priman sobre la verdad y la justicia que les exigimos a nuestras autoridades como ciudadanos.
Aún así, se puede rescatar una sola cosa de tan espantosa historia: Paulette puso en el mismo lado de la trinchera a los mexicanos, y la idea de reprobación ante la muerte de un inocente se hizo patente en los comentarios, artículos, noticieros, etc, sin que la maldita nube del por algo será planeara sobre la justificación de la muerte.
Descanse en paz Paulette, y también los muertos hoy por negligencias de la justicia, por prejuicios sociales, por amor mal entendido, por pobreza, por hambre y por indiferencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario