¡Cuánto tiempo ha pasado desde mi última entrada en el blog! Vaya que se ha sucedido rápido la vorágine de proyectos, ideas, frustraciones, necesidades de cambio y vueltas a empezar. Y más allá de sentirme terriblemente mal por abandonar durante meses este lugar y refugio, no puedo dejar de preguntarme qué tanto se quedó en los muchos borradores de entradas sin terminar y las libretitas con apuntes que se apilan en el cajón. Un montón de títulos de entradas que se quedaron sin cuerpo, o breves reflexiones que al leerlas, percibo repetitivas, vacías o incluso incomprensibles al cabo del tiempo.
Cuando escribir es exorcismo de hartazgo y frustración, el silencio es una gran pausa de perspectiva. Una profunda necesidad de regreso al origen y a los principios que hicieron de estas ganas de cambiar el entorno, un sentido y rumbo. Volver a preguntarse ¿por qué y para qué? al tiempo que el desánimo se apodera de la iniciativa y la necesidad de cambio, anclándose el conformismo o el desaire de la traición.
Una pausa que sabe a recapitulación para fortalecer la visión de los cómos congruentes; un freno a la inercia para volver la mirada atrás y conducir de nuevo el presente con el timón en mis propias manos.
Como quien barre la entrada de casa y aprovecha para sacar el polvo que se ha ido alojando bajo los tapetes y tras los muebles, así el silencio de los meses, sólo para decir: he vuelto.
foto tomada al sur del DF |
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