16 de agosto de 2010

Si Dios levantara la cabeza...

Más allá de la decisión histórica y democrática de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al ratificar la constitucionalidad del matrimonio y adopción por parte de homosexuales en el Distrito Federal  -lo que es en sí, el mayor de los triunfos-, es un día de enorme trascendencia en nuestro país, porque pone sobre la mesa los ingredientes que hacen de nuestra sociedad, un cúmulo de contraposiciones, muchas veces incapaces de comunicarse, debatir, dialogar y razonar, más allá de los prejuicios. 
Somos una sociedad mayoritariamente conservadora y católica, pero somos también una sociedad plural, donde conviven diferentes creencias, cultos, principios y costumbres, y la coexistencia de los mismos, alimenta la riqueza cultural y social de nuestro país, motivo de orgullo e identidad nacional.
La historia se tuerce, cuando lejos de poder convivir, comprender, aprender, aceptar, dialogar y respetar, nos vemos envueltos en una retahíla de insultos entre los bandos radicales de las posturas. Tan vergonzoso -por decir lo menos- es leer o escuchar las declaraciones de Sandoval Íñiguez el día de hoy, como leer la cantidad de meras mentadas de madre en las redes sociales. Ni una postura, ni la otra dan orgullo. Y eso es también México. 
Este país necesita urgentemente que usemos un tono enérgico para decir: alto a la violencia, alto a la impunidad, alto a la corrupción, alto al silencio y desaparición de reporteros, alto a la educación mediocre, alto al desempleo, alto a la injusticia.  Esas palabras, se expresan en voces de valientes, que nunca parecen suficientes. 
En cambio tenemos una enorme energía para condenar a los diferentes, para creer que nuestros prejuicios son verdades absolutas, para descalificar a los disidentes, para juzgar a los demás, pero nunca a nosotros mismos y nuestras propias instituciones.
Si Dios levantara la cabeza el día de hoy para ver a México, hasta Él necesitaría consuelo. 
Los que celebramos hoy, tenemos mucho camino por delante para levantar la voz con el argumento de la justicia y la equidad, ante la sociedad que (pre)juzga y vitupera; con sotana o sin ella, el fanatismo es un tremendo lastre para construir un México que nos de cabida a todos.  

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