8 de octubre de 2009

secuestro sindical

Desde hace  casi dos horas, escucho el ruido de los helicópteros sobrevolar la zona, y casi media hora llevan las sirenas contribuyendo al escándalo urbano. Las noticias advirtieron desde el día de ayer, que la marcha encabezada por el Sindicato Mexicano de Electricistas, avivaría aún más el enorme embotellamiento ocasionado cada tarde en la Ciudad de México. Algunos han salido temprano de sus oficinas, para evitar quedarse estancados en la revuelta callejera; otros, nos hemos quedado aguardando a que pase la marabunta, y se calmen las aguas, para poder regresar a nuestras casas. Pero ¿de qué se trata? "Autonomía Sindical" reclaman los miembros del Sindicato, molestos por la decisión del Secretario del Trabajo. Sin embargo uno no puede dejar de preguntarse a que autonomía hacen alusión.
"Autonomía" parece significar, poder decidir lo que se quiera, cuando se quiera, en los términos que se quiera, y los demás, acatemos sin chistar, incluyendo al Secretario del Trabajo. Autonomía de este y cualquier sindicato mexicano, significa poder demandar aumentos salariales irrisorios para la situación del país, trabajar menos que cualquier otro ciudadano, y cobrar más, significa perpetuar la mediocridad del país en  que vivimos.
Lo más inverosímil, es que dicha autonomía vitoreada por las calles en este mismo instante, nos resta libertad a todos: al miembro del sindicato que ni siquiera conoce los motivos reales que lo han llevado a caminar por la calle gritando y agitando una pancarta; al mexicano que observa el paso de la marcha temiendo por su negocio; al mexicano que no puede llegar a su casa o a su trabajo; a todos nosotros que soportamos un servicio de Luz excesivamente malo; a los funcionarios de gobierno para tomar decisiones y eficientar los servicios brindados a la población; a México, que sigue aguantando la carga de anquilosados y pesados movimientos sociales y/o sindicatos, que parecen haber ignorado que ha pasado el tiempo desde que Cárdenas expropió el petróleo y cayó el Muro de Berlín.
¿Quién quiere una autonomía vitoreada por acarreados?

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