18 de septiembre de 2009

Vivir sobreviviendo

Definitivamente lo que nos pasa en México no tiene desperdicio. Las continuas problemáticas con las que nos encontramos a lo largo del día para ir de un lugar a otro, para llegar a nuestro trabajo, para acceder a la atención médica, se han convertido en un  continuo, haciéndose tan familiares, que se hace difícil caer en la cuenta de que las cosas no deberían ser como son.
No debería ser, que para llegar a nuestros lugares de trabajo o salir de ellos, tengamos que ver con miedo el cielo para adivinar si será una vez más la lluvia la que triplicará el tiempo de nuestro recorrido, nos hará correr con el paraguas esquivando las olas provocadas por los coches, más que el agua caída del cielo. No tendría que ser normal, que nos encontremos con vías cerradas a la circulación vehicular, sin mayor motivo que un aparente capricho policial para decidir que ya es hora, de cerrar una salida del periférico, aún sin existir problemas viales. No tendríamos por qué acostumbrarnos a las ponchaduras de llantas, entre otros desperfectos a nuestros coches, por los baches y coladeras destapadas. No deberíamos acostumbrarnos a que la espera para una consulta médica, se extienda horas, semanas o meses según sea el caso, debido a la incapacidad del servicio.
Sin embargo, estamos ya preparados para sortear los muchos obstáculos que nos ponen los funcionarios y gobiernos locales o federales, para poder trabajar, comer, estudiar o cualquier otra actividad que responda al espacio público. Es absurdo, que debamos mentalizarnos a la defensiva del aparato público, que en principio debería estar a nuestro servicio, y que sobre todo, nosotros pagamos. ¿Por qué nos cuesta tanto exigir resultados a nuestros gobernantes? ¿Por qué es más fácil pelearse con un servicio privado que con el servicio público para exigir lo que estamos requiriendo como usuarios? ¿Por qué subvencionamos los obstáculos para nuestro propio desarrollo? ¿Por qué estamos invadidos por la idea de que no podemos cambiar la realidad en que vivimos? Tal vez lo más sorprendente, es que a pesar de todas las piedras en el camino, seguimos gritando ¡Viva México!, vitoreando un país con ciudadanos que son su propio freno para salir adelante.

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