15 de septiembre de 2009

El poder de la indiferencia

Ayer tuve la grata experiencia de escuchar al arquitecto Arcadi Artís en una pequeña charla sobre su trabajo en nuestro país. La verdad, iba a la plática con cierta resistencia por sentirme más obligado que interesado en asistir, sin embargo, fue el detonante para algunas reflexiones: Una de ellas, en relación a una reciente obra de dicho arquitecto en la que pone de manifiesto la gran frustración por la violencia que vivimos desde hace tiempo en México, contabilizándose miles de muertes al año, en manos del crimen organizado y la lucha contra el narcotráfico. Expresaba  pues la rabia de encontrarnos en tal situación crítica para la vida en sociedad, mencionando además cómo hemos contribuido todos nosotros para que México llegara al punto en el que nos encontramos ahora.
Efectivamente es un cúmulo de actitudes de cada uno de nosotros lo que nos ha conducido hasta este punto, pues es resultado del silencio del '68, de la ausencia de voces que reclamen justicia para los crímenes políticos y sociales que se han sucedido a lo largo de los gobiernos de los diferentes partidos a nivel estatal y federal; es resultado de nuestra propia complicidad con la impunidad. Hemos llegado a acostumbrarnos a la muerte, a los tiroteos, los levantamientos.
A pesar de ello, nos quejamos de no ser ciudadanos completos, de no poder ejercer todos los derechos que tenemos por vivir en un sistema democrático. ¿Será auténtico? ¿Será realmente que no hemos podido, o más bien, que no hemos querido aceptar que este monstruo lo hemos creado nosotros?
Nuestra indiferencia ante el dolor e injusticia ajena, nuestra ignorancia sobre las diferentes culturas que conviven en nuestro país, nuestro desentendimiento sobre la tortura, la marginación y la esclavitud de los pobres, han sido realmente poderosos, pues han cimentado el Estado que hoy se atasca en sí mismo para funcionar, han cimentado las bases de un gobierno ignorante de los problemas de su pueblo, e indiferente al reclamo social. Sigamos quejándonos de políticos de cualquier partido, de empresarios monopólicos, de sindicatos disfuncionales y entorpecedores del desarrollo, pero no olvidemos que nuestra facilidad para acostumbrarnos a una realidad ruín, también perpetúa el sistema.
¿Viva México?...

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