Desde este lugar, en el que la luz se deja ver entre los huecos que el viento acomoda a su antojo; busco ojos que quieran encontrar y contemplar lo posible,
desde este escondite donde los miedos se apaciguan y el frío atempera;
encuentro sin remilgos una mano amiga, un impulso, un soplo de aliento para continuar.
Desde la trinchera donde escribo; encuentro el eco de las voces que se alzan buscando una nueva realidad.
Para esos ojos, esas manos y esas voces,
deseo el calor del sol, la saciedad del agua, la frescura del viento, la fertilidad de la tierra;
deseo la risa incontrolable, las miradas cómplices, los oídos atentos, las cálidas manos que acaricien.
Deseo el tiempo y la luz; un lugar... un puente... un altavoz.
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