21 de diciembre de 2010

Divinos poderes

Pasó como pasan todas las noticias, la esperada -por algunos- boda política del año entre Enrique Peña Nieto y La Gaviota. Dejó de ser noticia, como hoy deja de ser noticia la impune muerte de Marisela Escobedo en Chihuahua, tras la liberación del Jefe Diego. 
Lo que no pasa y sigue sobre la mesa, es esa sociedad a veces ingenua y muchas otras ignorante, que presencia los acontecimientos de la clase política y farándula -en el mismo nivel- como si fueran los elegidos, iluminados por una luz divina diferente a la de los mortales. Todos atentos, pasmados ante lo que ocurre, y comentando sobre ello como si nos encontráramos en un mercado medieval que ve pasar los carruajes de los reyes camino a ese castillo inalcanzable del ejercicio del poder. Ese mismo pueblo que muere de hambre y de lepra, es el que aplaude y alaba a los que con coronas impuestas, "gobiernan" creando sus propios imperios. 
¿Cómo se construye un país democrático con una sociedad que se relaciona con sus gobernantes como si fueran reyes? 
La impunidad en los tantos y tantos casos que violentan el estado de derecho en nuestro país, tiene múltiples factores causales. Uno de ellos, no menor que el arcaico sistema de justicia o la corrupción en el sistema político, es una sociedad incapaz de ponerse a la altura de una ciudadanía democrática, cuyos gobernantes únicamente ejercen un poder concedido por ellos. 
En la medida en que seamos capaces de transformar la insignia de Benito Juárez en "Mariselas Escobedo" y los miles de nombres que se apilan en las fosas del olvido y la ignorancia, será posible girar las tuercas que permitan construir un futuro justo, más allá de los mitos nacionalistas que nos hacen creer en héroes maquillados.

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